martes, 18 de noviembre de 2014

Asesinato en Guaynabo

Vallejo (Museo de Arte e Historia Cecilia Franceschini Filardi De Catala)


Esto viene, no de mis entrañas, sino de mi cerebro.

Puerto Rico se desmorona y se me escapa entre los dedos. Las migajas caen de a poco. Parecen flotar como las aves, pero pronto se abrazan violentamente con el suelo. La noticia me la dio mi madre, temprano en la mañana. Una familia puertorriqueña había sido asesinada. El dolor me llegó hasta el fondo, bailó sobre mis entrañas y al final encontró su lugar en mis huesos. Digo que en los huesos, por que los dolores que los atacan son imposibles de abrazar, imposibles de calmar. No sé que me ha aterrado más, si la desquiciada noticia de una masacre en la casa de mis vecinos guaynabeños o la reacción abominable de mi enfermo pueblo. 

Las migajas caen de a poco.

Se levanta una ola de seres apasionados pero que no razonan. Mi pueblo está enfermo, sí, es cierto. Enfermo, por que ante la noticia de una masacre pide más sangre. Se quieren bañar de sangre, dicen que por que eso se merece. Pero qué arrogancia la de mi pueblo, creer que puede clamar la sangre de un desgraciado y que con eso todo estará resuelto. Pobre ignorante mi pueblo, consumido en llamas, apenas los veo, no los reconozco, son siluetas de carbón que muerden a otros hombres y a otras mujeres y se tragan vivos a los niños.

Las migajas caen de a poco.

Qué conveniente es la demacrada educación sobre enfermedades mentales en este, mi decrépito país. Qué atrevimiento el de los sin cerebro. Me comparan con un asesino, ellos, mi triste y confundido pueblo que no conoce la diferencia entre un diagnóstico clínico y un asesino cuerdo. Sí, cuerdo. Hay gente hija de puta, hija de puta de verdad, capaces de matar y no tienen que tener un desorden mental para hacerlo. Pero por la ignorancia de este pueblo pagamos otra vez nosotros, parece que mi pueblo nunca dejará de tenerme miedo. 

Las migajas caen de a poco.

Cuando Tito, Ricky o Culson la pusieron en la luna todos eramos puertorriqueños. Todos somos bien boricuas mano, de pura cepa, de aquí como el coquí hasta que ocurren semejantas atrocidades como la de mis vecinos guaynabeños. Entonces inicia la disociación, y se extirpan a Puerto Rico como si vieran las cosas desde otra nación. Entonces hablamos sobre la maldita isla esta, y sobre aquellos locos, pero nunca, nunca, nunca miramos hacia adentro. Por que si miras hacia adentro te das cuenta de que formas parte de esta isla que tú llamas mierda. Por que mirar para adentro implica darte cuenta de que respirar, ocupar espacio y poner estados violentos en facebook no son suficientes para sacar a una colonia herida del calabozo inmundo en el que durante tantos años ha estado sin recibir alimento.  

Las migajas caen de a poco.

Me da miedo este pueblo incapaz de mirar con compasión, que no piensa, que se estanca, que no lee, que cada cuatro años va y hace lo que los políticos quieren. Me dan miedo esos puertorriqueños vengativos con ideas macabras, profesionales de pacotilla que asesinan con sus palabras, me dan miedo. Bestias blancas dispuestas a cortar cabezas, a mancharse con sangre ajena, puertorriqueños reducidos a algo menos que formas humanas. 

Las migajas caen de a poco.

Qué duro y lastimoso este camino que le trazan los adultos a los pobres niños de mi matria. Nos enseñan a despedazarnos, nos enseñan como odiar. En fila los veo, afilando sus cuchillos para arrancar con rabia de sus pieles la mancha de plátano que les recuerda de dónde vienen. Puerto Rico se desmorona y se me escapa entre los dedos. Las migajas caen de a poco.




Creative Commons License
Asesinato en Guaynabo by Ismarí Marín Negrón is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0 International License.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario